28 de Marzo, 2024
Radio Mercosur
Opini贸n

Reinventemos al Mercosur

Por Alberto Asseff

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En momentos en que al bloque regional algunos lo consideran “un moribundo”, le quedan dos caminos: o se le extiende el certificado de defunción, o se lo reinventa.
 
Para que se produzca un sólido proceso de integración regional debe existir un fuerte estímulo de los sectores dirigenciales y, de su mano orientadora, de los pueblos. En el viejo continente la Unión Europea fue aupada por miles y miles de europeístas, así como hoy se la palpa relativamente alicaída a horcajadas de muchos detractores. En nuestro Mercosur, los vectores que lo fundaron eran fortísimos. La idea de la integración cobró alto vuelo desde los tiempos de Manuel Ugarte y tantos otros que hurgaron en la matriz histórica para exhumar el añejo anhelo – una ensoñación – de la Patria Grande sudamericana y hasta Latinoamericana.
 
Por eso, con los antecedentes del ABC de los años cincuenta – la Argentina, Brasil y Chile – y de la reunión de Panamá en 1956 – un contemporáneo intento de reinstalar el viejo Congreso Anfictiónico, ese que convocó Bolívar en 1826- y los acuerdos entre Alfonsín y Sarney – en los ochenta pasados -, hace más de un cuarto de siglo, en 1991, fundamos
el Mercado Común del Sur, Mercosur. El entusiasmo a la sazón le ganaba al escepticismo.
 
Transcurridos 26 años, los críticos y sobre todo los pesimistas son amplia mayoría. Aunque para los censores no les resulta políticamente correcto decirlo con todas las letras, al Mercosur prácticamente se lo figura como un moribundo que aún da algunos tambaleantes y postreros pasos. En este contexto crucial, hay dos caminos: o le extendemos el innombrable certificado que lo mande al archivo histórico – cual pieza de lo que nunca terminó de ser – o intentamos reinventarlo. Para que por fin sea.
 
Este es el momento preciso. La primera potencia mundial cuestiona los acuerdos de integración, Europa está en tensión interna y virtualmente estancada y China y Japón han perdido el empuje arrollador de hace unos años. Es justo el tiempo para reinventar al Mercosur. Para darle nueva frescura, oxígeno pulmonar y neuronal. Y un nuevo motor político.
 
Lo primero es volver a la convicción. Si no estamos convencidos, no despertaremos la confianza de nadie, empezando por la de nuestros pueblos. Para retornar al convencimiento es menester un gran debate de los dirigentes plurisectoriales y de la academia. Claro está que para que ese análisis pueda plasmarse es necesario que hagamos un gran esfuerzo
para superarnos, para relegar las discusiones estériles – esas que no llevan a ninguna parte – en las que estamos hastiantemente entreverados todos los días. Discutimos de todo, menos de lo que hay que discutir. Es kafkiano, desopilante. Pero lastimosamente real.
 
Un examen destinado a sentar las bases para reinventar – recrear – al Mercosur exige un plexo de condiciones preliminares y una nueva hoja de ruta. Esos presupuestos deben elaborarse contrastándolos con los que han fracasado. La primera gran frustración del Mercosur es su tendencia a la retórica y su creciente lejanía de las realizaciones palpables. A más discursos, menos hechos. Lo prioritario, pues, es invertir esa nefanda ecuación: hechos, no palabras.
 
El segundo aspecto es la ascendente distancia entre el Mercosur y la gente. Fueron muy escasos los impactos directos del Mercosur en la mejor calidad de vida de los pueblos. Ni siquiera hemos logrado – no ya la libre circulación de personas – un puesto único migratorio y aduanero. Dos penosas aduanas, dos identificaciones migratorias nos conmueven en
cada viaje para recordarnos que seguimos siendo extranjeros respecto de nuestro común espacio integrador. Esto posee un efecto psicológico nocivo que pareciera que nadie calcula.
 
En esa línea de cercanía con los intereses de la gente de a pie, urge que el Mercosur se empeñe en el combate concertado contra la pobreza, la desigualdad y la inseguridad escandalosa que suscita el delito transnacionalizado- ese que ya circula libremente sin aduanas ni migraciones. Ni hablar de los tráficos más sombríos de trata de personas, de narcóticos y de armas, incluidas las químicas. Y, obviamente, del terrorismo, ese enemigo agazapado y al acecho que no se lo ve, pero que por estos lares anda. Para todo esto hay que profundizar la coordinación, desde la migratoria-aduanera hasta la Inteligencia criminal y las bases de datos registrales de la personas ¿Acaso es una utopía un documento de
identidad común? ¿No sería la base y punto de partida para combatir el delito, garantir mejor la seguridad regional y abrir la posibilidad de la libre circulación de las personas por todo el Mercosur? ¿Alguien puede racionalmente disociar libertad de intercambiar bienes con la de transitar para las personas?
 
Esos presupuestos deben también contemplar criterios uniformes en materia medioambiental, financiera, tributaria. No puede ser que el IVA sea del 21% de un lado del río Paraná y del 10% cruzándolo.
 
Finalmente, además de refirmar la libre circulación de la mayor cantidad de bienes posible , de apostar fuerte a la articulación de cadenas de valor – en un lado se produce una pieza, en otro alguna complementaria y en un tercer y cuarto sitio se integra el producto final - y de salir juntos a conquistar mercados portando la marca "Mercosur", debemos darnos
objetivos políticos y geopolíticos trascendentes como hacernos íntimos amigos – en todos los planos – de África, realizar las obras de conectividad física, reformar a las Naciones Unidas - ¿por qué no zanjar la cuestión de la silla permanente en el Consejo de Seguridad con una rotación de tres, uno por año?-, erigirnos en factor de equilibrio y garantes de la paz global y preservar el conocimiento y los recursos humanos y materiales para que seamos nosotros quienes prioritariamente los aprovechemos. Es decir, integrarnos en los intereses. No me olvido de la moneda común que es palabra – y asunto – mayor. Debe estar en la estrategia.
 
Los "orgullos nacionales" bien se pueden entrelazar con el orgullo sudamericano a poco que hagamos conciencia y remodelemos – con los retoques del caso – inveterados comportamientos culturales, propìos de "patria chica". Es sencillo que una idea fuerza penetre en la mente de nuestros conciudadanos: unidos seremos más poderosos y podremos
afrontar los retos del futuro mucho mejor dotados.
 
Este asunto de reinventar al Mercosur pide una predefinición ¿Nosotros los argentinos y por extensión también los pueblos vecinos creemos que nos va a ir mejor en la vida futura disociados? ¿Penamos en que es posible mudarnos de vecindad? ¿Suponemos que si arreglamos Formosa y Misiones, pero sin un correlato más allá de las fronteras, lo que acaezca allende las demarcaciones limítrofes nos resultará neutro o indiferente? Si hasta una epidemia o un vendaval no reconocen deslindes políticos. Es tan elemental que la gente lo interiorizará fácilmente.
 
La reinvención del Mercosur requiere mucha racionalidad y pensamiento. También una buena dosis de emoción, esa que puede inflamar el sano orgullo de pertenencia a una Región sudamericana que vuelva a fascinar a medio globo terráqueo. Para no agrandarnos y hablar del mundo entero.
 
Dr.Alberto Asseff - Diputado del Parlasur. Presidente nacional del partido UNIR
 
 
 
Acerca del Dr. Alberto Asseff.
 
Alberto Emilio Asseff, nacido el 31 de octubre de 1942, es un abogado, docente, escritor y político argentino de orientación patriótica, que en 2011 fue elegido Diputado Nacional por la provincia de Buenos Aires.
 
Egresado del Colegio Nacional Nº 2 "Domingo F. Sarmiento" de la ciudad de Buenos Aires, obtuvo su título de abogado por la Universidad de Buenos Aires en el año 1968. Desde 1960 militó activamente en la Unión Cívica Radical, lo que le permitió convertirse en funcionario de YPF al llegar Arturo Illia a la presidencia. Durante ese periodo viaja extensamente por la Patagonia, estudiando el tema de la soberanía energética y de la importancia geoestratégica de la región.
 
A partir de 1966, Asseff -por intermedio de Jerónimo Remorino, antiguo Canciller argentino- establece vínculos con el General Juan Domingo Perón. En el año 1972 funda el Movimiento Nacional Yrigoyenista, fuerza politica de extracción radical que se alineará con el Movimiento Nacional Justicialista e integrará diversos frentes electorales encabezados por el Partido Justicialista.
 
Durante los años del gobierno peronista en la década de 1970, Asseff es nombrado funcionario en Hidronor, empresa estatal dedicada al desarrollo de proyectos hidroeléctricos y de abastecimiento hídrico en el Comahue. Colabora también con la construcción de la represa de Yacyretá en el límite entre Argentina y Paraguay.
 
En 1982, después de varios años de dictar conferencias, escribir artículos sobre geopolítica, historia, derecho internacional y políticas energéticas, y desempeñarse como docente, funda el Partido Nacionalista Constitucional.
 
En 1988 la Municipalidad de Ushuaia, en Tierra del Fuego, le otorga el título de "vecino ilustre" en reconocimiento a su labor en defensa de la soberanía argentina en la Cuestión del Beagle, de las Islas Malvinas y demás archipiélagos australes.
 
Durante las décadas de 1990 y 2000 colabora como articulista en diversos diarios argentinos (La Nueva Provincia de Bahía Blanca, Diario Norte de Resistencia, Crónica de Comodoro Rivadavia, etc.) y trabaja desde el PNC para ofrecer una alternativa patriótica en el escenario político del país (en ese sentido Asseff intentó emplear a su partido como plataforma para que Aldo Rico y Juan Carlos Onganía se presentasen a elecciones, pero en tanto que Rico rechazó la oferta y armó su propio partido, Onganía desistió de su candidatura por problemas de salud).
 
En 2011 Asseff gana una banca de diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Se presenta a elecciones como representante del Partido Nacionalista Constitucional UNIR, (Unión por la Integración y el Resurgimiento), -PNC-UNIR-, en el marco de una coalición que apoya la candidatura presidencial de Alberto Rodríguez Saa. En 2013 abandona la bancada que responde a Rodríguez Saa y se suma a las filas del Frente Renovador, encabezado por Sergio Massa.