02 de Abril, 2024
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La lucha por la tierra de los indios gamela

El violento acoso de hacendados blancos está expulsando a esta tribu brasileña del territorio de sus ancestros

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TALITA BEDINELLI - Viana (Maranhão - Brasil) 12 MAY 2017 - Un grupo de indios de la etnia gamela se reúnen en la aldea Cajueiro. Piraí, en Viana.
 
El domingo 30 de abril, a las cuatro de la tarde, estalló la guerra en Viana, a 200 kilómetros de la capital del Estado de Maranhão, al noreste de Brasil. Los indios gamela la estaban esperando. Ese día, 30 de ellos ocuparon una finca de unas 22 hectáreas. Esa extensión, como otras, pertenecía a sus antepasados, argumentaban, y no a los agricultores que poseen ahora las tierras y los animales de las granjas. En cuanto llegaron los agricultores, comenzó la batalla. Los indígenas aseguran que solo tenían flechas. Los granjeros, escopetas y rifles. Se contaron decenas de heridos, muchos de ellos de bala. Cuatro siguen en el hospital. Dos indígenas acabaron con las manos casi arrancadas a navajazos.
 
Estos detalles sacudieron al resto de Brasil. No necesariamente por lo violento (que también, pero la sensibilidad brasileña está ya un poco más encallecida que la española), sino porque era un recordatorio de un mal endémico en la primera potencia latinoamericana.
 
En las calles de Viana, un municipio pobre de 50.000 habitantes donde unos pocos coches se disputan el paso por el suelo de arena con los burros sueltos, nadie olvida lo que vio aquel día. Tampoco les sorprende mucho. Los gamela comenzaron a finales de 2015 a ocupar las tierras de la zona y ahora cuentan ya ocho terrenos donde antes había no-indios. Era cuestión de tiempo que alguien intentase pararles los pies con violencia. Con lo que no contaban es que fuera así. "Aquello no fue un encontronazo, fue una masacre", alerta Francisco Gamela, de 60 años, uno de los líderes de los indígenas. En eso también coinciden en el otro bando. Maragerete de Jesus cuenta que su marido, Domingos Gomes Rabelo, está aún en el hospital tras la paliza que recibió. "Él fue a negociar, porque conoce a alguno de los que se dicen indios y fue atacado", recuerda. "Le cogieron y le dieron con una pala en la cabeza. Recibió disparos en las manos y en las piernas. Mi hijo intentó ayudar y también fue agredido. Después hicieron lo mismo con mi hermano y mi marido".
 
Aquí aún quedan 896.000 indígenas, según contó en 2013 el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, en una población de 200 millones, pero las políticas a su favor están en su punto más débil. En Brasilia, los parlamentarios que representan el negocio de la agricultura (los ruralistas) intentan evitar que las tierras más fértiles sean declaradas como patrimonio indígena. No es que sea nada es nuevo: lo es el desinterés del actual Gobierno de Michel Temer, que parece haber renovado las fuerzas de los ruralistas. Por ejemplo, el Ejecutivo remoloneó durante siete meses para nombrar a un director de la Fundación Nacional del Indio (Funai), el órgano de gobierno responsable del cuidado de los indios brasileños y de la demarcación de sus tierras. Lo hizo en enero de este año. Hace pocas semanas lo despidió porque no se entendía con los parlamentarios. Solo estuvo cuatro meses en el cargo. "Los ruralistas han asumido el control de la cuestión indígena brasileña", bufó aquel día.
 
 Indios gamela, en la aldea de Cajueiro Piral, en Viana.
 
"La Funai está rota. Ya murió, nuestra madre. La mataron ellos. Solo queda el nombre", alerta Davi Kopenawa, el representante de los yanomami, que hace poco denunció ante la ONU la situación de los suyos. También recuerda que la fundación lleva tiempo sufriendo recortes en su presupuesto, resultado de la nueva política de austeridad con la que Temer pretende sacar al país de la crisis. En los últimos años se han reducido 347 cargos y 50 sedes locales de la fundación. "Llevaba tiempo abandonada. En la época de Dilma [Rousseff, la presidenta entre 2010 y 2016, cuando fue destituida y reemplazada por Temer] tampoco tenía mucho apoyo. Pero ahora está peor. Quieren que la salud indígena sea una cuestión de los municipios. Pero los municipios no van a salvar a mi pueblo".
 
Doscientos ataúdes
 
Pero aunque el Gobierno no dé señales de notarlo, estas tensiones se están trasladando a la calle. El 27 de abril, solo días antes de la matanza de Viana, miles de indios se plantaron en Brasilia con 200 ataúdes, que representaban a los líderes del movimiento que han muerto, en diferentes trifulcas, en los últimos años. La idea era tirarlos en una fuente de agua que hay ante el Congreso (este, a su vez, se encontraba aprobando la reforma laboral que iba a empobrecer más a los más desfavorecidos del país). Fueron recibidos con gas lacrimógeno y espray pimienta.
 
Los gamela son solo 1.185, según la Funai (frente a 5.000 hacenderos), pero su problema es el de todos. Y las calles de arena de Viana son solo un reflejo más de esta tensión. Muchos no entienden ni por qué tienen que ser ciudadanos de segunda, ni por qué su identidad es algo de lo que huir, ni cómo se puede separar la lucha por su identidad de la lucha por su tierra. "La tierra, para nosotros, no es algo que se venda", explica Jadenir Trinidade Gamela, uno de los principales líderes de la tribu. "Es nuestra cultura. En el río Piraí, aquí al lado, está la casa de nuestros seres espirituales. Como se nos apartó de ese río, hemos perdido la posibilidad de mantener nuestro modo de vida, nuestra religión. Las nuevas generaciones ya no saben ni dónde están los espíritus en el río porque los mayores no tienen cómo mostrárselo".
 
Sus vecinos blancos, que están organizados con los ruralistas para recuperar las tierras que consideran que los indios han robado, aseguran no entender esa motivación. Marilene Lindozo Cutrium, de 58 años, reflexiona: "He vivido aquí mi vida entera. Nací y me crié aquí y nunca he visto una historia parecida con los indios. Eran nuestros vecinos, trabajaban con nosotros, estudiaban con nuestros hijos. ¿Y ahora resulta que puedo perder mi casa?". No muy lejos, Gilverson Sousa, un pescador de 27 años, explica entre dientes: "Solo quieren volver a lo que era antes pero la sociedad está cambiando". Hablan de la pequeña y pobre Viana. Pero perfectamente podrían estar hablando del enorme Brasil.(El País - Madrid - TALITA BEDINELLI - VICTOR MORIYAMA)
 
 
 

Acerca de los indios gamela
 
Gamela (etnia)
 
Ubicación Flag of Brazil.svg Brasil - Población total 1.500
 
Etnias relacionadas Xacriabás, Gueguês, Xavante
 
Asentamientos importantes
1.º Taquaritiua, Viana
2.º Capivarí, Penalva
 
Gamela es un pueblo originario del estado de Maranhão, Brasil, que hablaba una lengua relacionada con el idioma a’uw?, de la macrofamilia Ye. Los sobrevivientes habitan en la llamada "Tierra de los Índios", a orillas del lago de Viana, en comunidades como Taquaritiua, en el municipio de Viana; Capivarí, en Penalva; y también en los municipios de Cajari y Matinha. El nombre "gamelas" fue dado por los portugueses, porque los indígenas usaban en el labio inferior un implante pequeño de madera con forma de vasija.
 
Historia
En 1759, 14 mil ha fueron destinadas a la "nación Gamela" en calidad de sesmaría.1 En 1822 la justicia de Maranhão sentenció a favor de los Gamela para que mantuvieran la posesión de esas tierras.2 Estaban presentes desde Caxias hasta los bosques de Monção, Penalva y Viana y hasta el río Pindaré y el río Gurupi.3 En 1930 aun una anciana Gamela de Penalva recordaba palabras de su propia lengua.4 Durante el siglo XX, las expulsiones ilegales de los Gamela de sus tierras se multiplicaron. Restó la comunidad de Taquaritiua, pero desde a década de 1970 fue impuesto el loteamiento de la tierra, anteriormente de propiedad colectiva de las comunidades, lo que fue aprovechado por extraños para despojarlos de más terrenos y conseguir escrituras en las notarías. En los últimos años los Gamela han retomado varios de los predios de los que fueron despojados y poseen un total de 552 ha,5 en medio de un grave conflicto, especialmente en la margen del río Pirá.