28 de Marzo, 2024
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América

Desterrar la corrupción e ineficiencia en el MEC es uno de los grandes retos del Paraguay

CIUDAD DEL ESTE - PARAGUAY - Cada día aparecen dramáticas evidencias de que la educación en nuestro país es el furgón de cola en la preocupación de las autoridades.

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El art. 85 de la Constitución dispone que “los recursos destinados a la educación en el Presupuesto General de la Nación no serán inferiores al 20% del total asignado a la Administración Central, excluidos los préstamos y las donaciones”.
 
Si bien la citada norma constitucional ha sido respetada en los últimos veintitrés años, el estado de nuestra educación pública sigue siendo vergonzoso. Es que no se trata solo de una cuestión de dinero, sino de la adecuada asignación de los fondos dentro del Ministerio respectivo y, naturalmente, de la mayor o menor honestidad de sus administradores. De poco o nada servirá que se siga el consejo de la Unesco a los países en vías de desarrollo, en el sentido de invertir en educación por lo menos el 7% del Producto Interno Bruto, si es que los recursos van a ser derrochados, sustraídos, desperdiciados o destinados a la manutención de funcionarios superfluos.
Es lo que ha venido ocurriendo en el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), como en todo el aparato estatal, sin que los miembros de la comunidad educativa –padres, alumnos y docentes– hayan protestado con el vigor suficiente contra el escandaloso desmanejo, que tanto conspira contra el futuro de los educandos y, en consecuencia, contra el propio país. No vale la pena recordar a los legisladores, cuyo acostumbrado silencio es atribuible a que tienen otras prioridades, como la de instalar a sus recomendados en el Presupuesto ministerial, para lo cual hay que crear las dependencias correspondientes: el MEC ha llegado a tener nada menos que 140 Direcciones para ubicar a una clientela política ávida de vivir a costa de los contribuyentes.
Es obvio que la burocracia ministerial, en gran medida parasitaria, está en relación inversamente proporcional con la calidad del sistema educativo, pues el dinero que consume es una resta a lo que debe destinarse a la construcción y el equipamiento de aulas, así como para la capacitación docente, entre otras necesidades tan urgentes. Mientras exista una administración inescrupulosa, superpoblada e ineficiente, al servicio de la voracidad de los politicastros, los más bellos documentos que se redacten acerca de los contenidos de la educación serán meros ejercicios teóricos, absolutamente inútiles.
La tan mentada reforma educativa debe ser precedida o al menos acompañada por la indispensable reforma administrativa, la que implica arrancar al MEC de las garras de los vividores de todo pelaje. Por eso es tan importante que de una vez por todas sea sancionada la primera carta orgánica del MEC, que apunta a erradicar la discrecionalidad en el uso de los fondos públicos y a regular el funcionamiento interno de ese organismo.
Es necesario darle a la educación el valor que tiene y exigir que los fondos públicos invertidos en ella sean optimizados. Por supuesto, no bastará con sancionar la carta orgánica del MEC, pues es bien conocida la enorme distancia que existe entre la legislación y la realidad, por lo que los padres y las madres de los estudiantes habrán de estar muy atentos al fiel cumplimiento de las normas que rijan el manejo interno de la institución. El MEC no se depurará a sí mismo; es preciso controlarlo reclamando el castigo de los inescrupulosos y de los inútiles que allí medran en perjuicio de las nuevas generaciones.
 
 
FUENTE: LA JORNADA - EDITORIAL Nov 21, 2016 -Ciudad del Este - Paraguay