18 de Abril, 2024
Radio Mercosur
Zona Franca

Grand Hibernian de Belmond, recorre Irlanda en tren como en un cinco estrellas

Grand Hibernian de Belmond, recorre Irlanda en tren como en un cinco estrellas

Responsive image
Ashford Castle, una fortaleza irlandesa convertida en hotel de lujo
 
Cuatro noches para recorrer de costa a costa la isla Esmeralda en ferrocarril con la comodidad de un cinco estrellas. Eso ofrece el Grand Hibernian de Belmond. Nos subimos. Hay más de un miembro del "staff" por cada dos pasajeros.
 
 
Cuentan que en algunas tribus del Amazonas los nativos usan no menos de 40 términos distintos para referirse al color verde, pero no muy lejos de esa variedad monocromática se encuentra Irlanda. Añádanse los ocres que se quieran, de la paja seca de los campos y la tenue lana de las ovejas al brillo resplandeciente de la casi infinita gama de cervezas y las cálidas tonalidades de los cien whiskies. Intenten trazarle al paisaje una línea del hermoso azul medianoche que recubre al Grand Hibernian, el tren de lujo que atraviesa la isla desde 2016, y ya lo tienen: un apacible y elegante recorrido por los paisajes más encantadores del interior de la isla.
 
Hemos elegido una ruta de cuatro noches, la más larga, y esta vez el tren va a la mitad de su capacidad con pasajeros de procedencia tan variopinta como Australia, EEUU, Alemania, Suiza, Canadá y España. En la estación dublinesa de Heuston, una gaita irlandesa (uilleann pipe, en gaélico, declarada en 2017 por la Unesco Patrimonio Inmaterial de la Humanidad) nos guía hasta el comité de bienvenida a pie de escalerilla para ofrecer un excelente champagne. El personal de a bordo resultará encomiable durante todo el trayecto, con la proximidad exacta y la delicadeza de trato que se espera de un cinco estrellas. Lola Adeyanju, de origen nigeriano, y Rita McDonald son dos de las sonrientes azafatas que se encargan de aclarar dudas.
 
 
Parte del personal del tren en uno de los andenes de la estación de Heuston, en Dublín, punto de partida y de llegada del recorrido del "Grand Hibernian". Con el tren lleno (40 pasajeros) la tripulación llega a sumar 25 personas.
 
En la cabina que nos asignan, un opúsculo del célebre Oscar Wilde nos recuerda en su portada que "sólo las personas aburridas son brillantes en el desayuno". Como todas las demás, cuenta con cuarto de baño propio y está decorada con delicadas acuarelas y obra gráfica del mejor arte irlandés actual. En contraste, "en el vagón-observatorio", explica Mary-Susan McLoughlin, directora de operaciones, "sí se han usado maderas nobles y detalles más acordes con la imaginación del viajero, que suele relacionar estas experiencias con los literarios wagon-lits de antaño. El Grand Hibernian no es un tren del patrimonio histórico adaptado". La inversión de casi nueve millones de euros hecha por Belmond, sin embargo, sí consigue ese sabor de ferrocarril antiguo combinado con la solidez y comodidad de un hotel moderno y un gusto por la sobriedad y la elegancia.
 
 
Nuestra primera etapa es la bella ciudad de Cork, cuyo English market -y las exquisitas ostras de los locales cercanos- merece atención. El célebre guitarrista de rock Rory Gallagher es un ídolo en la localidad, donde pasó casi toda su vida. Su conocida aerofobia, que le condujo a una muerte prematura con 47 años -la medicación que le prescribieron para sobrellevar los vuelos en combinación con el alcohol dañó severamente su hígado-, permite suponer que habría preferido este apacible recorrido en tren.
 
A media tarde, un bus nos aproxima hasta la localidad de Cove (Cobh en gaélico), que durante un tiempo cambió su nombre a Queenstown porque "la primera vez que la reina visitó Irlanda entró por esta ciudad", explica el cronista local, el historiador Michael Martin. El Cobh Heritage Centre contiene un relato ameno y minucioso de las muchas vicisitudes de sus activas instalaciones portuarias. Por aquí transitaron cientos de miles de emigrantes en pésimas, cuando no infrahumanas condiciones. Dos buques marcaron la historia de Cobh: el primero, el USS Lusitania, con casi 2.000 pasajeros y con destino a Liverpool, que fue torpedeado por un submarino alemán en las cercanías en 1915. "Más de mil personas perecieron, muchos fueron enterrados en el cementerio local", aclara el profesor Martin. El otro barco insigne es el Titanic, pues fue en Cobh donde hizo su última escala.
 
Salón comedor del tren
 
DESCONEXIÓN
 
En la siguiente jornada partiremos desde Charleville hacia Killarney. La gran ventaja de la red ferroviaria irlandesa es que no está saturada por la actividad de los cercanías. Aun así, el Grand Hibernian acostumbra a retirarse a vía muerta de estaciones intermedias para pasar sus apacibles noches. No dispone de servicio wi-fi debido a la orografía de la zona, lo cual permite a Brad, ejecutivo e inversionista de Las Vegas, desconectar de su compulsivo interés por los índices de valores.
 
Casi todos los almuerzos se realizan fuera del tren y en las excursiones programadas. Desayunos y cenas, en cambio, siempre a bordo. Ronald, el joven pero eficaz chef, trata con igual esmero el confit de pato que los asados de vaca o las sopas de pescado y marisco en un intento, dice, "de ofrecer una variada muestra de productos locales adaptados a la cocina actual". Los vinos son de diferente procedencia y buena calidad, sin apuestas de riesgo. Y vajillas y cubertería -como casi todo lo complementario en el tren, de los edredones de plumas de ganso de Westport a los set de ducha o los albornoces sellados con su marca- cumplen acertadamente las expectativas. Si llueve, el personal del Hibernian proporciona elegantes paraguas azul medianoche para las excursiones. Tras la cena, el vagón-observatorio, adaptado con amplios ventanales y maderas nobles, acoge cada noche una velada con artistas en directo. Los mejores whiskies y ginebras quedan a elección.
 
En Killarney, Belmond ha optado por una oportuna visita al Parque Nacional en coche de caballos para llegar al Ross Castle, junto al lago, donde el personal del tren espera en un barco, también con música en vivo y excelente champagne. Al día siguiente aguarda una nueva excursión en bus, la más larga. Esta vez hasta los espectaculares cliffs de Moher, de casi 200 metros de altura. El recorrido libre y las vistas de los acantilados son espectaculares. Tras una parada para comer al borde de la bahía de Kilvara, la escapada culmina con una visita al recio Dunguaire Castle, antes de trasladarnos por carretera hasta Galway.
 
 
 REFERENCIAS A ESPAÑA
 
Allí nos espera de nuevo el Grand Hibernian, con sus inconfundibles escudos de nudos celtas repartidos por fuera y dentro de todos los vagones, cada uno de ellos identificado con el nombre de un condado irlandés. Las céntricas calles de la ciudad, Capital Europea de la Cultura 2020, son un prodigio de animación, preñadas de músicos callejeros y terrazas. Como en otros lugares de este litoral, en Galway existen múltiples referencias a España. "No solo por los dramáticos episodios de los náufragos de la Armada Invencible, también por el abundante comercio en los siglos XV y XVI", explica Dave, responsable del centro municipal de exposiciones. Incluso se guarda memoria de la estancia de un viajero llamado Cristóbal Colón en 1477.
 
Tenemos que volver al tren, que continúa trayecto a la estación de Athlone para el descanso. A la mañana siguiente, nos llevará hasta Westport, con una bonita estación de marcado sabor rural. Desde aquí, Belmond ha optado por dos excursiones muy válidas. La primera es una visita al Museo Nacional de la Vida Rural, en un magnífico edificio anejo a la vieja mansión gótico-victoriana de Turlough Park House. La segunda, a Westport House, bella edificación de estilo georgiano que pertenece a los herederos del marqués de Sligo. "La familia", revela Cairenn, encargada del recinto, "estuvo vinculada al tráfico de esclavos en Jamaica, pero el segundo marqués se convirtió en pionero del abolicionismo". Antes del té en la biblioteca, Martin Jason, experto cetrero, cede los guantes a los viajeros en una exhibición con lechuzas, un halcón Harris, un águila india y un poderoso águila majestic.
 
De regreso al Grand Hibernian para la última noche a bordo, Belmond ofrece antes de la cena un festival de ostras. Apenas unas horas después, despuntando la mañana, el tren hace su pacífica entrada en la bulliciosa estación de Heuston, en Dublín. Estamos listos para dirigir nuestros pasos a la majestuosa Biblioteca del Trinity College y emprender paseo entre los edificios de coloristas portales georgianos para seguir el rastro de Leopold Bloom en el Ulysses.
 
 
 
El tren en cifras
 
El "Grand Hibernian" cuenta con 20 suites-cabinas dobles, para un máximo de 40 pasajeros, todas con baño propio. A ello se añaden dos vagones restaurante para 20 comensales cada uno y un vagón-observatorio. La inversión de Belmond para acondicionarlo ha sido de 9 millones de euros. El personal varía según el total de pasajeros; si va completo, 25 personas. Belmond ofrece dos rutas: una de dos noches, "Sabor de Irlanda", de 627 kilómetros (con un precio de 3.000 euros aprox.), y otra de cuatro noches, "Lagos y Leyendas", con 831 kilómetros de recorrido (5.000 euros). Las rutas se ofrecen de abril a octubre. La última salida de esta temporada tendrá lugar el 19 de octubre y se reanudarán el 21 de abril de 2020.
 
 
 
Fuente: JOSÉ MARÍA ARENZANA / FOTOGRAFÍAS DE LUIS DAVILLA

24 SEP. 2019 - 08:36