25 de Abril, 2024
Radio Mercosur
Opinión

Los políticos argentinos siempre lejos de la realidad social

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La política, traducida del griego a nuestro idioma como ”políticos”, que significa ciudadano, civil o relativo al “ordenamiento de la ciudad” en que habitamos, se constituyó en la actividad humana que se orienta a gobernar o dirigir la acción del Estado –como institución- en beneficio de la sociedad, de la comunidad de la que formamos parte.

 
El ordenamiento de la comunidad o sociedad en la que vivimos, está basado en la toma de decisiones que orienten, modelen y guíen a las sociedades hacia el bien común, organicen su conducta y los conduzcan hacia la obtención de los mejores réditos en cuanta actividad cada uno desarrolle en beneficio del conjunto.
 
Esta actitud, esta responsabilidad del Estado, incluye a quienes se hacen cargo de él, incluye a los ciudadanos que se ven incentivados para incluirse como miembros del Estado para la obtención de beneficios colectivos llamados por aquello que es la “vocación de servicio”.
 
Queda claro, entonces, que la política, como ciencia, es una ciencia social que estudia dicha conducta y la orienta hacia los fines superiores del bienestar colectivo. Para ello, utiliza elementos esenciales en la vida de quienes se dedican a la política como bien superior.
 
Como toda actividad social, requiere que, quien se dedique a la política, se transforme en un estudioso de la materia, o sea, que enriquezca su cultura con las técnicas del análisis político, que se enriquezca con la sociología que se orienta y estudia a los grupos sociales, al conjunto de individuos que conviven en los diversos tipos de asociaciones conocidas como lo son, por ejemplo, las localidades pequeñas o ciudades de un país.
 
La sociología, también es una ciencia que, en su caso, estudia las entrañas de la organización de los grupos humanos, las relaciones que los seres mantienen entre sí y el grado de cohesión existente como estructura social. Trata de obtener pensamientos, conductas y actitudes colectivas para el bienestar de todos. Si hablamos de pensamientos, nos referimos a pensamientos colectivos “globales”, generales, no de aquellos que lleven a pensar a todos en azul, o a todos en verde, o a todos en rojo. Nos referimos que se trata de pensamientos que conlleven –a mandatarios y mandados- hacia la protección de los bienes  profundos de la nacionalidad, de las costumbres, de la moral, de los contenidos culturales. El partidismo político y los deportivos, por ejemplo, no deben violar aquellos principios de la nacionalidad, del amor a la familia, el respeto por la vida y la intimidad de las personas y familias, el sentido de la solidaridad y del respeto a las leyes establecidas por el conjunto de la sociedad a través de sus representantes.
 
Concretamente, la política es la ciencia de trabajar y poner todos los esfuerzos de quien a ella se dedica, para hacer más fácil y positiva la organización social que todos, de una u otra manera, estamos obligados a compartir.
 
La política, desde Aristóteles hacia nuestros tiempos, fue estudiada por científicos, por estudiosos que hicieron  trascendente a una actividad cuya importancia, sin duda, nadie puede negar y debe ser tomada con seriedad por cuantos deseen dedicarse a esa ciencia, para la cual se demanda trabajo, esfuerzo, seriedad, responsabilidad, honestidad, sencillez, amor al prójimo, humildad, equilibrio mental y respeto por el ciudadano que será el objeto de la tarea política, entre otros condiciones personales.
 
El político, también debe estudiar y enriquecerse con la Logosofía,  que se define como «el proceso de evolución consciente del ser humano que, en otras palabras, es la ciencia que estudia el sentido de la vida. Es decir, responde a las simples pero profundas interrogaciones sobre “qué es la vida”, “cómo es la vida”, “para qué vivimos”, “de dónde venimos”, “por qué vivimos”, ”hacia dónde vamos”, entre otras.
 
Si un individuo que se dedica a la política no se hace estas preguntas, no podrá interpretarlas como corresponde desde su ignorancia. Para ello debe haberse preocupado en aprender. Difícilmente los hombres políticos de hoy sepan responderse estas cuestiones, porque es probable que ninguno de ellos sepa de qué se trata esta ciencia.
 
A ciertos políticos, que creen que la política es llegar a un cargo público para enriquecerse y llenarse los bolsillos, el verdadero objeto de la Política como ciencia no le interesa, porque, cuando Aristóteles impuso este término para definir a los que ostentan el poder político, no existían en la política –probablemente- vividores del sacrificio ajeno como hoy, delincuentes que traficaban y negociaban con la necesidad ajena como hoy, con el hambre de los niños, con el dolor de los desvalidos, con la angustia de los ancianos, con la pobreza de los desposeídos, enriqueciéndose con la plata y el esfuerzo que aportan los que trabajan, con la ignorancia de los que no tienen instrucción ni terminan de comprender cómo es de miserable el grupo de irresponsables que suele manejar al pueblo al que dicen representar.
 
Sin ninguna duda, no era esa la idea de Aristóteles cuando escribió su célebre trabajo llamado, precisamente, POLITICA. Antes, tampoco lo había supuesto Platón al tratar este tema, y mucho menos por la Logosofía el aprovecharse de la debilidad y desconocimiento del prójimo al cual se trata de manejar, desde la política partidista, como títere comprometiendo su crecimiento como ciudadano, destruyendo su futuro y anulando se deseos de progreso personal y familiar.
 
Sería bueno que, las nuevas generaciones de políticos que surjan desde las entrañas del pueblo, se enriquezcan con los bienes del estudio y la comprensión humanista de las ciencias sociales, que nacieron de la lúcida mente de hombres sabios a los cuales los atrapó la necesidad de organizar la vida sus comunidades y hacer más dignos, más felices y más responsables a sus ciudadanos.
 
Al detentar un cargo político dentro de la estructura que gobierna un grupo social, deben dejarse de lado las aspiraciones económicas personales y familiares. El político debe despojarse de la ambición pecuniaria y debe vivir con humildad, pensando en que, quien le dio la confianza de su voto, merece respeto y no debe actuar como si su decisión –que puede perjudicar a muchos- fuera un simple acto administrativo que soluciona con un plumazo cualquier decisión.
 
Tampoco es bueno – en la televisión en nuestros tiempos-  estar horas blableteando para engañar decididamente a los ingenuos que creerán todas las mentiras que decimos. Si bien es cierto que aquella frase de “miente, miente que algo quedará”, tiene una contrapartida que la utiliza el ciudadano ingenuo que puede darse cuenta que todo es mentira pero que, igual, fanáticamente, coloca su voto para el que le robó antes, lo burló y –si gana otra vez-  pretenderá hacerlo impúdicamente otra vez más.
 
La obligación del político es cumplir como corresponde con su tarea, sin robarle al ciudadano, sin corromperse ante la caja fuerte que alimentan todos los ciudadanos del país con sus impuestos. No está bueno, tampoco, burlarse de la ingenuidad de los que creen en medio de su pobreza e ignorancia, que sólo basta con un plancito social miserable para acallar cualquier reclamo. Ningún ciudadano bien nacido puede conformarse con tan poco. La vida de cada habitante es valiosa, es mucho más que la limosna de un plancito social, está en juego el futuro personal, el de su familia y el de su país.
 
El hombre que hace política, también debe ser lo suficientemente inteligente, como para saber que su tiempo alguna vez terminará y debe dejar paso al recambio, por una ley de la propia naturaleza de los tiempos y de la propia Constitución Nacional, no creerse que el cargo en el que está como atornillado, es de por vida. Tiene un período, tiene un final.
 
Cuando lleguen la próximas elecciones, antes de decidir con nuestro voto, pensemos cual de todos los candidatos está más capacitado para ser merecedor de nuestra confianza. Analicemos cuál de todos es más lúcido, más estudioso de la vida de la comunidad que pretende gobernar.
 
Antes de votar, veamos quién muestra más sentimiento por la gente, quien es el que interpreta mejor nuestras necesidades y quien es el más confiable. No debemos dejarnos llevar por los afiches, por la publicidad radial y televisiva, por las sonrisas comprometidas por las circunstancias, por el besito a los niños humildes para captar ingenuos.
 
Recuerden nuestros lectores que sólo hay dos maneras de votar: con el corazón (por el sentimiento, la simpatía y las fotos del  candidato) y con la conciencia, para lo cual habrá que votar por las promesas reales y posibles, por el candidato que nos dice la verdad y por un amplio y claro plan de gobierno.
 
Los tiempos que corren son vertiginosos y no aceptarían, para bien del país, nuevos fracasos. Sepamos los ciudadanos cambiar a tiempo. No hay lugar para los arrepentimientos.
 
Si nos atenemos a Aristóteles, quien dijo que “El hombre es un animal político”, sería muy bueno y de una vez por todas, demostrarnos a nosotros mismos, -mandatarios y mandados- que los siglos no han pasado en vano y ahora, en realidad, pese a muchos ciudadanos argentinos, ya no somos “animales políticos”.
 
Por el momento somos solo -y afortunadamente-, “políticos”.
 
 
 
Por Jorge D´Amario Cané
 
jorgedamario@yahoo.com.ar
 
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